Planta de Los Realejos (SAMPOL) – Parte 2: Un Mar de Gasoil Junto a Casa
En la entrada anterior, destripamos los motores diésel de la planta de SAMPOL, descubriendo su ruidosa y sucia realidad, llena de hollín y gases tóxicos. Ahora, nos toca analizar su sistema digestivo: los tanques que almacenan el combustible que da vida a esos motores. Si los motores son el corazón contaminante del proyecto, este mar de gasoil es su estómago inflamable, una amenaza constante y de múltiples caras.
La Infraestructura del Riesgo: 300.000 Litros de Diésel
Para saciar la sed de sus ocho generadores, la planta de SAMPOL necesita una reserva de combustible monumental. El proyecto detalla la instalación de cuatro grandes depósitos de superficie, de doble pared de acero, con una capacidad total que ronda los 300.000 litros de gasoil.
Para ponerlo en perspectiva, es el equivalente a la carga de más de diez camiones cisterna de gran tamaño, aparcados permanentemente en nuestro vecindario. Estos tanques estarán ubicados dentro de un «cubeto de obra civil», un recinto de hormigón diseñado para contener un posible derrame. Pero esta medida, aunque necesaria, no elimina los riesgos diarios ni la posibilidad de un desastre mayor.
El Día a Día: Olor y Tráfico Pesado
Vivir junto a un almacén de este calibre tiene consecuencias que se sufren a diario:
- El Olor Penetrante: El gasoil tiene un olor fuerte, pesado y aceitoso. Ese olor característico de las gasolineras y los polígonos industriales se convertirá en parte del «aire» de la zona. Es una molestia constante que degrada la calidad de vida y nos recuerda permanentemente la presencia de la industria.
 - El Trasiego de Cisternas: Esos 300.000 litros no llegan solos. Implican un aumento constante del tráfico pesado en las carreteras locales. Camiones cisterna circulando por nuestras calles, con el ruido, el peligro y el desgaste que ello conlleva. Nuestras vías no están preparadas para esta nueva rutina industrial.
 
La Amenaza Latente: Fugas y Fuego
Más allá de las molestias diarias, existen dos riesgos graves que no podemos ignorar:
- Fugas y Contaminación del Suelo: A pesar de los dobles fondos y los cubetos, el riesgo de una fuga durante las operaciones de trasvase (del camión al tanque) es real. Un error humano o un fallo de material puede provocar un derrame. El gasoil es un veneno para la tierra; contamina el suelo durante décadas, puede filtrarse a los acuíferos subterráneos y arruinar la capacidad agrícola de los terrenos cercanos. Es un veneno silencioso que no desaparece.
 - Riesgo de Incendio: Nos dirán que el gasoil no es tan volátil como la gasolina o tan explosivo como el propano. Y es cierto. Pero un incendio en un depósito con 300.000 litros de diésel es un infierno. Sería un fuego de una virulencia extrema, muy difícil de extinguir y que generaría una columna de humo negro y tóxico que cubriría el valle durante días, con consecuencias sanitarias y medioambientales catastróficas.
 
Conclusión: La Falsa Elección
Al final de este análisis técnico, la conclusión es clara. Nos presentan dos proyectos como si tuviéramos que elegir entre dos opciones: la planta «limpia» pero con riesgo de explosión masiva (Tigaiga), o la planta «sucia» con riesgo de incendio y contaminación permanente del suelo (SAMPOL).
Esa es una falsa elección. Es como si nos preguntaran si preferimos morir envenenados o quemados. La única opción aceptable, la única solución sensata, es que ninguna de estas instalaciones tiene cabida cerca de nuestras casas. Los riesgos, sean del tipo que sean, son demasiado altos.

