La herida en la democracia

Riesgo 6: La Herida en la Democracia, Cuando Dejan de Escucharnos

De todos los riesgos de los que hemos hablado, este es el que más duele, porque no ataca a los pulmones, ni a los oídos, ni al bolsillo. Ataca directamente al corazón de lo que significa vivir en comunidad. Es la sensación, fría y amarga, de que tu voz no importa. De que tu opinión, la de tu familia, la de tus vecinos, no vale nada frente a un papel sellado en un despacho lejano.

Hemos asistido a un teatro. Nos han dado plazos imposibles para presentar alegaciones, nos han sepultado bajo un lenguaje técnico que nadie entiende y han utilizado la palabra «emergencia» como un mazo para aplastar cualquier intento de debate real. Han cumplido con el trámite, sí, pero nos han negado la participación. Han fingido escucharnos mientras ya tenían la decisión tomada.

Y esa es la herida más profunda. Es la que te hace sentir impotente, pequeño, ninguneado. Es la que te hace preguntarte: ¿De qué sirve ser un buen ciudadano, pagar tus impuestos, cuidar de tu trocito de tierra, si al final alguien que no ha pisado tu calle en su vida puede decidir que tu salud y tu paz valen menos que sus planes?

De la Impotencia a la Dignidad

Al principio, lo que sientes es un nudo en el estómago, una rabia sorda. Pero luego, esa impotencia se va transformando. Miras a tu alrededor, en la tienda, en el parque, y ves esa misma rabia y esa misma preocupación en los ojos de los demás. Y te das cuenta de que no estás solo. Y esa rabia se convierte en fuerza. Esa impotencia se convierte en dignidad.

Te das cuenta de que esta lucha ya no es solo contra unas chimeneas o unos tanques de gas. Se ha convertido en una lucha por nuestra propia voz. Es una batalla para demostrar que no somos simplemente habitantes de un territorio, sino ciudadanos con plenos derechos. El derecho a decidir sobre nuestro entorno, el derecho a proteger a nuestras familias y el derecho a ser escuchados y respetados.

Nuestra Voz es el Último Recurso

El sistema puede tener sus mecanismos, sus decretos y sus prisas. Pero nosotros tenemos algo que ellos nunca tendrán: tenemos la legitimidad de defender nuestro hogar. Tenemos la fuerza que nos da la razón, el apoyo mutuo y el amor por el lugar en el que vivimos.

Esta sexta y última amenaza, la de la sordera administrativa, es la que nos obliga a unirnos y a gritar más fuerte. Ya no desde la rabia, sino desde la convicción. No para destruir, sino para proteger.

Han herido nuestra confianza en el sistema, sí. Pero han conseguido algo que no esperaban: han despertado el poder de una comunidad unida. Y esa es una fuerza que no se puede parar con ningún decreto de emergencia. Nuestra voz es ahora nuestra herramienta más poderosa, y vamos a usarla. Hasta el final. Porque nos jugamos nuestra casa, nuestra salud y nuestra dignidad. Y eso no tiene precio.

Infografía: La Fuerza de Nuestra Voz
Preocupación

Una Sola Voz

Al principio, es solo la preocupación de una familia. Una voz aislada que se siente pequeña e impotente ante un problema enorme.

Artículo anterior
Artículo siguiente

Deja un comentario

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Artículos relacionados

spot_img

Últimas publicaciones

Décadas de abandono

Un mar de gasoil

Los motores diésel