Riesgo 3: La Cicatriz en el Paisaje y el Robo de Nuestro Futuro
Hay un valor en nuestras casas que no aparece en el catastro ni en las escrituras. Es el valor de abrir una ventana y ver el verde de los bancales, el azul del mar a lo lejos, el contorno familiar de la ladera. Es el fruto de años de trabajo, de una vida entera de esfuerzo, no solo para tener un techo, sino para construir un hogar en un lugar del que sentirnos orgullosos.
Y ahora, eso también nos lo quieren arrebatar. Porque el tercer gran riesgo, el que veremos cada vez que salgamos a la calle, es la cicatriz imborrable que estas centrales van a dejar en nuestro paisaje.
El Valor de una Mirada
Imaginemos la escena. Dejaremos de ver un entorno natural y residencial para contemplar un paisaje industrial. Dieciséis chimeneas soltando humo, enormes tanques de almacenamiento, vallas metálicas, transformadores y el constante trasiego de camiones. Será un recordatorio perpetuo, un «pegote» industrial plantado sin piedad en medio de nuestro barrio.
Esto no es una cuestión de ser más o menos «bonito». Es una agresión directa a nuestra identidad. Transforma la esencia de nuestro entorno, pasando de ser un lugar de descanso y vida familiar a convertirse en una zona de servicio para la industria energética. La belleza de nuestro entorno es parte de nuestra calidad de vida, y nos la están expropiando a cambio de nada.
El Sudor de Nuestra Vida, Devaluado
Y esa cicatriz visual tiene una consecuencia directa y dolorosa en nuestros bolsillos y en nuestro futuro. Pensemos en el esfuerzo que ha supuesto para cada familia comprar o construir su casa. Es el mayor patrimonio que tenemos, el legado que pensábamos dejar a nuestros hijos. Ahora, preguntémonos: ¿quién querría comprar una casa con vistas a una central eléctrica? ¿Quién estaría dispuesto a criar a sus hijos junto a 400.000 litros de gas propano o con el zumbido constante de motores diésel?
La respuesta es obvia, y es demoledora. El valor de nuestras propiedades se va a desplomar. Todo ese esfuerzo, esa inversión de una vida, se verá drásticamente reducido por una decisión administrativa tomada en un despacho a kilómetros de aquí. Nos empobrecen a la fuerza, nos roban el valor de nuestro patrimonio sin ofrecernos ninguna compensación. Nos convierten en prisioneros de una propiedad devaluada, en un barrio estigmatizado.
Vivir con el Peligro en la Nuca
Esta devaluación no es solo por estética. Es porque vivir aquí se percibirá, con razón, como algo peligroso. No es solo la contaminación o el ruido. Es saber que duermes a escasos metros de una bomba de relojería silenciosa. Es la intranquilidad constante de tener una instalación de riesgo industrial como vecina. Esa sensación de peligro latente es una carga psicológica que nadie debería soportar, y es un factor que ahuyentará a cualquiera que piense en mudarse aquí.
Al final, este riesgo se traduce en una triple condena: nos estropean el paisaje, nos arruinan económicamente y nos condenan a vivir con una sensación de inseguridad permanente. Nuestro hogar no es una zona de sacrificio. Y nuestro futuro no está en venta.
El Valor de un Hogar
Tu casa es más que ladrillos. Es tu esfuerzo, tu seguridad y tu futuro. Descubre cómo las centrales industriales amenazan todo lo que has construido.

