Lupa al Proyecto 1: La Central de SAMPOL y sus Motores de Gasoil
El primero de los dos proyectos que amenaza la tranquilidad de Los Realejos es el promovido por la empresa SAMPOL I. Y O. CANARIAS, S.L. Este plan contempla la construcción de una central de generación eléctrica en una parcela del Polígono Industrial La Gañanía, en la Calle Los Carpinteros, un área que, aunque industrial, colinda directamente con zonas residenciales y agrícolas.
El corazón de esta instalación lo componen ocho enormes motores-generadores diésel, que en conjunto suman una potencia de 14,68 MW. Pero el dato más alarmante, el que debería encender todas las señales de alerta, es el combustible que los alimentará: el gasoil.
Una Tecnología Sucia para Nuestro Aire
En una era de emergencia climática y transición ecológica, apostar por el gasoil es una decisión anacrónica y peligrosa. La combustión del diésel es conocida por ser una de las más contaminantes. El funcionamiento de estos ocho motores liberará de forma constante a nuestra atmósfera un cóctel de sustancias nocivas:
- Óxidos de Nitrógeno (NOx): Gases que contribuyen a la formación de lluvia ácida y son precursores del ozono troposférico (smog), causando graves irritaciones y daños en el sistema respiratorio.
 - Partículas en Suspensión (PM2.5): Partículas microscópicas capaces de penetrar profundamente en los pulmones y el torrente sanguíneo, asociadas a enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso a diferentes tipos de cáncer.
 - Dióxido de Azufre (SOx): Un potente irritante respiratorio que afecta especialmente a las personas con asma.
 
No estamos hablando de riesgos teóricos, sino de consecuencias directas y probadas para la salud de quienes vivimos en el entorno.
Una Bomba de Relojería de Combustible
Más allá de la contaminación del aire, la logística de esta central introduce otro riesgo inaceptable. Para alimentar sus motores, la planta de SAMPOL requerirá el almacenamiento de una cantidad ingente de combustible: casi 300.000 litros de gasoil repartidos en cuatro grandes depósitos de superficie.
Esto implica no solo el previsible olor persistente y desagradable del combustible para toda la zona, sino también un peligro constante. Un almacenamiento de esta magnitud representa un riesgo permanente de fugas, que podrían contaminar de forma irreversible el suelo y los acuíferos, y un riesgo de incendio que pone en jaque la seguridad de todo el polígono y las viviendas cercanas.
En resumen, el proyecto de SAMPOL es la definición de una industria sucia, ruidosa y obsoleta que no tiene cabida junto a nuestros hogares. Es un paso atrás en todos los sentidos, un sacrificio inaceptable de nuestra salud y nuestro entorno por un beneficio puramente empresarial.

