La bomba de 440.000 litros

Planta de Tigaiga (DISA) – Parte 2: La Bomba de 400.000 Litros de Gas

En la primera parte de nuestro análisis, levantamos el capó de los motores de la central Tigaiga y descubrimos que su promesa de «energía limpia» escondía emisiones de gases peligrosos como los NOx y el formaldehído. Pero el verdadero monstruo de esta instalación no está en lo que sale por sus chimeneas, sino en lo que se almacena en su patio trasero.

Si los motores son la amenaza constante que respiraremos, el sistema de combustible es la espada de Damocles que penderá sobre nuestras cabezas 24 horas al día, 7 días a la semana.

El Gigante Silencioso: Dos Depósitos de Propano a Presión

Para alimentar sus ocho motores, la planta necesita una reserva de combustible descomunal. El proyecto contempla la instalación de dos enormes depósitos horizontales con una capacidad conjunta de 400 metros cúbicos. Para que nos hagamos una idea, eso equivale a 400.000 litros de gas propano.

Pero aquí viene el dato clave que lo cambia todo: el gas propano, para ocupar menos espacio, no se almacena como el gas que sale del mechero, sino en estado líquido y a una altísima presión. Esto convierte a cada uno de esos tanques en una auténtica bomba de energía contenida.

El Escenario del «Y si…»: Fugas y Explosiones

La normativa de seguridad para este tipo de almacenamientos es extremadamente rigurosa, y lo es por un motivo: las consecuencias de un fallo son catastróficas. No hablamos de una simple molestia, sino de escenarios que ponen en riesgo la vida.

  1. La Fuga y la Nube Invisible: El primer riesgo es una fuga en una válvula o una tubería. Al liberarse, el propano líquido se convierte instantáneamente en un gas mucho más denso que el aire. Esto significa que no se dispersa hacia arriba, sino que se arrastra a ras de suelo, formando una nube invisible e inodora (se le añade un olor para detectarlo, pero en una fuga masiva es irrelevante) que puede viajar cientos de metros empujada por el viento, acumulándose en sótanos y zonas bajas.
  2. La Chispa y la Deflagración: Esa nube de gas es una bomba esperando un detonador. Cualquier chispa —el motor de un coche, un interruptor eléctrico, un cigarrillo— puede provocar una deflagración o una explosión que se propague por toda la nube, causando una destrucción generalizada.
  3. El Peor Escenario: BLEVE: Este es el término técnico que hiela la sangre de los bomberos y expertos en seguridad. Una BLEVE (Explosión de Vapores que se expanden al hervir el líquido) ocurre si un incendio calienta uno de los tanques. La presión interior aumenta de forma brutal hasta que el tanque estalla como una granada, lanzando fragmentos metálicos a gran distancia y creando una gigantesca bola de fuego que arrasa todo a su alrededor. Es un evento de una violencia extrema.

Plantar una instalación con este potencial catastrófico en una zona cercana a viviendas, fincas agrícolas y espacios naturales no es una decisión técnica, es una temeridad moral. No importa cuántas medidas de seguridad prometan en un papel. La única seguridad real es la distancia. Una distancia que, en este proyecto, simplemente no existe.

La planta Tigaiga, por tanto, nos somete a un doble castigo: el riesgo crónico de la contaminación de sus motores y el riesgo agudo de una catástrofe por su almacén de combustible. Y ninguno de los dos es aceptable.

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