Riesgo 1: El Aire que nos Enferma, la Amenaza Invisible en Nuestros Pulmones
Hay gestos que hacemos cada día sin pensar, pequeños lujos cotidianos que damos por sentados. Uno de ellos es abrir la ventana por la mañana y respirar hondo. Sentir el aire fresco del valle, con ese olor a tierra mojada y a vegetación. Ese simple acto, tan nuestro, tan de Los Realejos, es lo primero que nos van a robar.
Porque de todos los peligros que traen consigo las centrales de emergencia, el más democrático y silencioso es el que se instala en el aire. Es una amenaza que no distingue entre casas, que se cuela por las rendijas, que entra en los pulmones de un bebé que duerme en su cuna y en los de un abuelo que descansa en su sillón. Y lo peor es que, cuando nos demos cuenta, ya será tarde.
Lo que no se ve, pero se respira
Cuando nos hablan de contaminación, a veces suena a algo lejano, abstracto. Pero pongámosle nombres y, sobre todo, sensaciones. El aire que saldrá de esas 16 chimeneas llevará consigo un cóctel químico del que debemos ser muy conscientes:
- Óxidos de Nitrógeno (NOx): Piensa en ese picor de garganta, en esa tos seca que no se va. Estos gases son los responsables. Atacan directamente nuestras vías respiratorias, las inflaman y nos hacen más débiles frente a cualquier resfriado o infección. Para una persona con asma, son una tortura diaria.
 - Partículas en Suspensión (PM2.5): Estos son los asesinos invisibles, especialmente en los motores de gasoil. Son tan increíblemente pequeñas que nuestro cuerpo no puede filtrarlas. Viajan hasta lo más profundo de los pulmones y, desde allí, como si tuvieran un pasaporte VIP, pasan a la sangre y se reparten por todo el cuerpo. La ciencia ya no tiene dudas: están detrás de infartos, de ictus y de ese monstruo llamado cáncer.
 - Compuestos Orgánicos Volátiles (COV): ¿Has notado alguna vez en las grandes ciudades esa sensación de que el aire pesa, ese olor dulzón y químico en los días de calor? Eso es en parte por estos compuestos, que al reaccionar con el sol crean ozono malo, el que nos deja sin aliento y nos irrita los ojos.
 
Los rostros de la vulnerabilidad
Y yo me pregunto, mientras escribo esto, en quién piensan los que firman estos permisos. Porque este veneno no nos afecta a todos por igual.
Pienso en los niños que juegan en el patio del colegio, con sus pulmones diminutos aún formándose. Ellos respiran más rápido, más fuerte, y se tragarán una dosis de contaminación mucho mayor que la de un adulto. Sus risas ahogadas por la tos será la banda sonora de este «progreso» que nos quieren vender.
Pienso en nuestros mayores, en las abuelas que salen a tomar el fresco a la puerta de casa, en los abuelos que ya luchan con su propia fatiga. Sus cuerpos, que ya han vivido mucho, no tienen las mismas defensas. Para ellos, un aire más sucio significa más visitas al médico, más pastillas, menos vida.
Un futuro con las ventanas cerradas
Al final, la amenaza se resume en algo muy simple: nos van a condenar a vivir con las ventanas cerradas. A dudar si es seguro dejar que los niños jueguen en la calle. A instalar purificadores de aire en casa como si viviéramos en el centro de una megalópolis industrial.
Permitir que estas centrales se instalen aquí no es una decisión administrativa; es una decisión moral. Es elegir poner los intereses de una empresa por encima de la salud de miles de personas. Es sacrificar el bienestar de una comunidad entera en el altar de la conveniencia energética. Y eso es algo que no podemos, ni debemos, permitir. Nuestra salud no es negociable. El aire de nuestros hijos no tiene precio.
La Amenaza en Nuestro Aire
Nuestro cuerpo está bajo el ataque de contaminantes invisibles. Haz clic en los puntos de la izquierda para descubrir cómo cada uno de ellos daña nuestra salud y la de nuestras familias.

